REGLEXIONES DEL SOCIO LAUREADO DEL REAL ZARAGOZA NÚMERO 95 DESDE SU LOCALIDAD DE LA ROMAREDA, A LA CONCLUSIÓN DEL ENCUENTRO.
A pesar de las inclemencias del tiempo, en una tarde primaveral, fría y ventosa, con amenaza de lluvia, los sufridos aficionados siempre, a la intempestiva hora de las cuatro y cuarto de la tarde, fieles a nuestro zaragocismo, hemos acudido al vetusto estadio (muchos ya artos de ignominias se quedaron en casa, y otros estaban de vacaciones).
Lástima de los que no acudieron, porque, por fin, el Real Zaragoza ha ganado y con tranquilidad.
Seguro que VICTOR FERNÁNDEZ, bien en el confesionario o en el psiquiátrico diván, ha conseguido que algunos «jugadores» recordaran cuál es su profesión y han hecho un partido más o menos regular (Mesa, Moya, Azón, Grau, Varela). Otros, como Francés o Badía han estado inmaculados, el primero metiendo inclusive el primer gol, que abrió la lata, y el segundo haciendo paradas increíbles. Pero no todo han sido placemes, Mouriño y Jair, han tenido fallos de principiantes, que, afortunadamente no repercutieron negativamente en el resultado.
Bakis, sigue desaparecido en combate -si Víctor puede recuperarlo, que lo dudo, habría que hacerle un monumento en bronce, junto a la Romareda. De cualquier forma, todos nos congratulamos de que se empiece a notar, positivamente, la firme batuta del del barrio Oliver. Esperemos, que como dicen en el final de la película, Casablanca, esto sea el principio de una gran amistad.
Por supuesto, con los dueños actuales del Real Zaragoza (Más y compañía); quitándole el poder al tal Cordero, y dándole a Victor Fernández, carta blanca, para que empiece ya a planificar la próxima temporada; sin olvidarse de terminar esta actual dignamente.
Otra reflexión es que deseamos que la maldición que asola a nuestro equipo se vaya junto a esos nubarrones que hoy hemos tenido en el cielo zaragozano. Aunque hoy ha vuelto a atacar y, lo mismo que hace quince días, un exzaragocista, Puado, nos metió un gol; hoy, otro, Ángel nos ha marcado otro, que casi nos vuelve a amargar la tarde. Esperemos que sean los últimos coletazos de esta pegajosa maldición.
Y ahora, amigos, a cenar tranquilos y después, a dormir a pierna suelta.
«ALELUYA, POR FIN, HEMOS GANADO UN PARTIDO».
